El objetivo fundamental del presente artículo es reflexionar sobre cuáles son los elementos que favorecen la desvictimización de las mujeres víctimas de la trata. Para ello el Proyecto ESPERANZA quiere aportar su experiencia de trabajo con las mujeres para tomar conciencia y deconstruir aquellos ideales, prejuicios o factores subjetivos que promueven y propician la revictimización.
¿Quién es víctima de trata?
El concepto de “víctima” no siempre ha sido pacífico, la Sociedad Española de Victimología defiende un concepto amplio, entendiendo por tal: “toda persona que haya sufrido personalmente, de modo directo o indirecto, las consecuencias de un hecho delictivo, haya sido declarada formalmente o no como tal la existencia del mismo por parte de un órgano jurisdiccional. En un sentido más extenso también son consideradas víctimas las personas que hayan sufrido los efectos de una guerra, enfrentamiento armado, catástrofe natural o accidente”.
En el año 2000 la Comunidad Internacional definió por primera vez el delito de trata de personas con fines de explotación, a través el Protocolo de Naciones Unidas Para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Palermo 2000. Esta definición recoge tres elementos como integrantes del delito: acciones, medios y fines. Años después el Convenio del Consejo de Europa sobre la lucha contra la trata de seres humanos, Varsovia 2005, amplía dicha definición, añadiendo que: “Por ‘víctima’ se entenderá toda persona física que sea objeto de trata de seres humanos según se define en el presente artículo”.
“Víctima de trata” será por tanto cualquier persona que haya sido captada, trasladada, recibida o alojada (acciones), por medio de amenazas, coacciones, violencia física o psicológica, engaño, abuso de su situación, u otros (medios), con el fin de someter a esa persona a explotación (fines), sea en el sector que sea, y con independencia de cuál sea su situación administrativa en el país (nacional, extranjera, regular o irregular). No es necesario para que haya tenido lugar el delito que se hayan cruzado fronteras internacionales, que los autores del delito formen parte de una organización criminal, ni que la explotación haya sido efectiva, puesto que basta con la mera intención de explotar a la persona para que el delito se haya consumado.
En la práctica, de cara a la identificación de la víctima, y con el fin de ofrecerle apoyo, asistencia, protección y acceso a sus derechos, es fundamental entender y reconocer que la persona que ha sufrido la trata es “víctima” por el hecho de haber sufrido el hecho traumático, con independencia de que lo denuncie o no, y, por lo tanto, al margen de que se inicie o no un proceso penal.
Asimismo, sería vital reconocer en los casos de trata que no solo hay que tener en cuenta la situación y las necesidades de las víctimas directas, sino también las de las víctimas indirectas, principalmente familiares que se encuentran en el país de origen y que sufren también las consecuencias del delito.
Perfil de víctima
Una de las preguntas que con más frecuencia nos formulan es: “¿Cuál es el perfil de la mujer víctima de la trata?” Desde nuestra experiencia de trabajo, tras llevar casi doce años ofreciendo apoyo integral a más de 600 mujeres que han sufrido esta violación de derechos, respondemos provocando frecuentemente el desconcierto de nuestros/as interlocutores/as, cuestionando que exista un perfil o prototipo de “víctima de trata”.
Sí podemos afirmar, de acuerdo con algunas corrientes de la victimología, que el proceso de victimación es un fenómeno complejo en el que hay que considerar y tener en cuenta tanto factores de carácter individual, como social y cultural. En ese sentido, es relevante identificar, por un lado, posibles factores de riesgo, aquellos que pueden favorecer el que una persona tenga más probabilidades de convertirse en víctima de este delito, y, por otro lado, factores de vulnerabilidad, que hacen que una persona que ha sufrido este hecho traumático pueda quedar más afectada psicológicamente que otra ante los mismos hechos.
Victimación, factores de riesgo y de vulnerabilidad
Así, por ejemplo, factores individuales como la edad o el género actúan como factores de riesgo en la medida en que siendo mujer y siendo joven tiene mayor posibilidad de convertirse en víctima del delito, según las estadísticas a nivel internacional; esto no se debe a una casualidad, sino a una causalidad o relación causa-efecto. También el hecho de pertenecer a un grupo social marginado o estigmatizado, o el hecho de no contar con una estructura familiar y/o social de apoyo pueden exponer a una persona a una mayor probabilidad de sufrir el delito.
Por otro lado, en nuestro contacto diario con las mujeres beneficiarias del Proyecto, confirmamos que el impacto de la experiencia es diferente en cada una de ellas y que ni todas experimentan el trauma de la misma manera, ni cuentan con idénticos recursos personales para salir adelante.
La duración del hecho traumático, que puede haber sido más o menos prolongada, desde situaciones en que la mujer ha sido identificada habiéndose consumado el delito, pero antes de haber sufrido la explotación, hasta casos en los que una mujer puede haber permanecido en situación de esclavitud, sufriendo explotación, violencia y control ambulatorio durante varios años, es otro de los aspectos que hay que tener muy presente.
Especialmente relevante, en relación con el proceso de victimación, es la relación existente entre el ofensor y la víctima. No tiene el mismo impacto sobre la persona el hecho de que el agresor/a (quien capta, traslada y/o explota) sea alguien desconocido para la víctima, de fuera de su entorno familiar y social que, por el contrario, sea alguien cercano, incluso parte de su propia familia o red social. La quiebra de la confianza y la autoestima en el segundo caso suele ser mucho mayor.
Reconocimiento como víctima para que deje de serlo
En el Proyecto ESPERANZA, desde el primer momento en el que contactamos con una mujer que ha sufrido la trata, nuestro objetivo es identificarla como víctima y atenderla de forma especializada, intentando dar una respuesta integral a sus necesidades con el fin de apoyar su recuperación a nivel físico, psicológico y emocional, para que, quien fue en un determinado momento de su vida víctima de un delito, pueda dejar de serlo, superar la experiencia e incluso, en la medida de lo posible, salir fortalecida de la misma.
Exposición a una victimización secundaria
Nos preocupa que, a pesar de que en la última década se han producido avances importantes en España, en muchos sentidos, lejos de estar apoyando la recuperación y el restable cimiento de las víctimas de trata, tanto a nivel físico como psicológico y emocional, estas se sigan viendo expuestas a una victimización secundaria por parte de los diferentes actores que intervienen tras la comisión del delito.
Dicha victimización tiene lugar cuando, por falta de conocimiento y de sensibilización, no se identifica a las víctimas, ni se las atiende de forma específica, quedando sin respuesta las necesidades que estas plantean. También se produce cuando prima el interés por la persecución de los autores del delito y por combatir la inmigración irregular sobre la consideración de la trata de personas como una violación de los derechos humanos, en la que los derechos e intereses de las víctimas no ocupan un lugar central. Asimismo, contribuye a la victimización secundaria el que, por temor a que se produzca un uso fraudulento de los mecanismos de protección, se sospeche sistemáticamente y se cuestione la credibilidad y el testimonio de las víctimas.
Otros aspectos, como el tratamiento de los hechos por parte de algunos medios de comunicación de forma morbosa y amarillista, contribuyen a la estigmatización de las mujeres que han sufrido la trata y no favorecen su recuperación.
Resulta urgente y vital llevar a cabo una reflexión honesta y profunda sobre el modo en que estamos interviniendo con las víctimas de trata, tanto desde los diferentes ámbitos de la Administración Pública, como desde la sociedad civil, con el fin de cuestionarnos si estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para favorecer la superación de la experiencia traumática por parte de las víctimas y no su cronificación.
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