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La víctima y los procesos de victimización

Sección Voces de nuestro país |  Tema: , ,
Publicado el 30 de noviembre de 2011 | 9:30 am - No hay comentarios

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Profª Drª Myriam Herrera Moreno
Profª TU de Derecho penal
Universidad de Sevilla

Acercarse al mundo personal de la víctima es un ejercicio de valentía, sea en el nivel analítico, sea en el asistencial. Supone asomarse al foso de los propios miedos, riesgos y debilidades para empatizar con el perdedor.

Un rechazo innato hacia quienes son “recordatorios vitales de nuestra propia vulnerabilidad” quizá explique, en parte, que hayamos debido de progresar no poco en los procesos de civilización para que los estudios, las normativas y movimientos sociales victimológicos se hayan intensificado hasta el inédito nivel que hoy alcanzan. Como unidad científica, la víctima ha dejado de ser una “cenicienta disciplinar” para auparse a un genuino predominio extensivo. Es precisamente esa entusiasta movilización mutidisciplinar la que hoy nos permite acercarnos, con el máximo rigor e información, al complejísimo mundo de las víctimas.  

Comenzamos así, a hablar de víctimas, victimarios, y procesos de victimización. El gran victimólogo Antonio Beristain advierte que ese giro terminológico tiene un enorme valor simbólico: se trata de hacer trascender que el preciso protagonismo científico reside en la víctima, en su plena y central humanidad. Además de esta dimensión simbólica, el protagonismo de la víctima nos conduce a logros objetivos propios en el terreno de la comprensión, prevención y asistencia.  

La víctima: Las claves conceptuales son las de adversidad, padecimiento e injusticia.

Existe, en primer lugar, una víctima social ligada a la exclusión y carencialidad. Las cuales sufren pobreza, desamparo, marginalidad cultural, y son el eslabón más frágil de la injusta cadena de la desigualdad humana.

Podemos hablar, en segundo lugar, de la víctima del delito. Esta víctima ha sido objeto de un abuso criminal, tipificado y admitido formalmente como injusticia en una legislación penal. El fundamento jurídico sobre el que irremisiblemente se basa la intervención penal es de carácter público, de sentido preventivo, en absoluto personalista ni victimal. Por ello, la acción victimológica va mucho más lejos que la muy limitada acción de la justicia punitiva.  

En último término, podemos hablar de víctimas de infortunios naturales o tecnológicos, como enfermedades, accidentes y catástrofes. No sin razón, Mendelssohn, pionero de la Victimología, incluía a estas víctimas, a todas las víctimas concebibles, refundidas en una única categoría de seres humanos dañados y, por ello, con problemáticas comunicables.

Sin embargo, la amplia visión mendelsohniana no triunfó en los primeros foros criminológicos, estimándose en exceso ambiciosa, difusa y, por ello, poco operativa.

En la Declaración sobre los principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y de Abuso de Poder. Asamblea General de las Naciones Unidas, 1985, la víctima fue conceptuada, por vez primera en un documento internacional:

“Se entenderán por víctimas las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización”.

En este referencial texto, identificamos a la víctima criminal (pero también a las víctimas de abuso de poder, incluso si no está reconocida en algún régimen autoritario) víctima individual o colectiva, (incluyéndose aquí a las víctimas de crímenes contra la comunidad internacional, delitos de lesa humanidad, víctimas de genocidio, violaciones de guerra y trata de seres humanos, reclutamiento de niños-soldado etc); a víctimas perjudicadas civiles, aunque no hayan sido objeto inmediato del delito (con plena significación procesal) y víctimas indirectas (los familiares de la víctima, que la superviven o acompañan en el sufrimiento); en último término, a la llamada, en Victimología, víctima buena samaritana, es decir, a aquella que sufre victimización cuando acude en legítimo auxilio defensivo de otra víctima en grave peligro.

 

 

 

Niveles de victimización. La victimización se califica según tres niveles de impacto:

  • Victimización Primaria: la sufrida por la víctima a consecuencia de la originaria agresión o injusticia  criminal. Estudiamos aquí entre otros factores:
    • La interacción víctima-victimario, la “pareja penal”, y sus relaciones de complementariedad, las relaciones de poder, la actitud de la víctima, la retroalimentación o escalada de las situaciones victimizantes, el impacto de los llamados ciclos de victimización.
    • Identificación y evaluación de factores de riesgo y desamparo victimal. Hablaremos, así, de vulnerabilidad personal (referida a riesgos individuales psico-bio-sociales, así: la falta de habilidades sociales, la diferencia cultural, el analfabetismo, la inmadurez o la minusvalía), vulnerabilidad relacional (debida a un acentuado diferencial de poder) o vulnerabilidad contextual (es un contexto victimógeno el factor de desamparo).
    • En los últimos estudios se identifican carreras de victimización. En estas vidas poli-victimizadas (Finkelhor) la acumulación de adversidades genera auténticas escaladas de abuso e injusticia.  
  • Victimización Secundaria: victimización añadida, subsecuente a la primaria, que padece la víctima normalmente al ser estigmatizada, culpada o rechazada en contacto con las instituciones (policía, operadores jurídicos, asistentes) o con el marco social de reacción (medios de comunicación, comunidad, entorno de la víctima). Aquí la víctima sufre fundamentalmente por dos factores:
    • Porque es instrumentalizada al cumplimento de otros fines que transcienden su humanidad (la enloquecedora lógica judicial, la no menos utilitaria lógica de las audiencias en pos de la víctima noticiable).
    • Porque se activan mecanismos soterrados de inculpación y rechazo social: la víctima comporta el valor simbólico de recordarnos nuestra propia fragilidad; si la culpa reside en ella (su actitud fue reprochable, ella se lo buscó), puede neutralizarse la percepción de amenaza personal, como bien lo estudiara Lerner. En ocasiones, la excusa viene servida por la condición o conducta no convencional de la víctima: si esta no se adecua a unos patrones de idealidad (Christie) será fácil condenarla y estigmatizarla. Es el caso de víctimas toxicómanas, prostitutas, de culturas que nos resultan ajenas, etc.
  • Por último, hablaremos de victimización terciaria, que ha sido relacionada con tres temáticas distintas:
    • La victimización del penado, objeto de excesos punitivos y erosión prisionalizadora.
    • La que se sufre de modo vicarial o indirecto (mediante imágenes televisivas o cuando se es testigo de una victimización violenta).
    • La que sufre la víctima al construir obsesivamente su identidad en torno a la victimización. Este aspecto es de extremarelevancia para los asistentes de víctimas, cuya delicada labor es orientar a la “desvictimización”, o mejor aún, a una constructiva “reinserción social de la víctima” (García Pablos de Molina). Ahora bien, se trata de un proceso gradual que en absoluto debe convertirse en un procedimiento formulario y maquinal donde haya de satisfacerse la forzada obligación de “dejar de ser víctima”. Este proceso asistencial debe generar resiliencia (capacidad y fuerza restauradora) y debe contribuir a la potenciación (“empoderamiento”) de la víctima para que trascienda de un posible nivel de desamparo.    

En esa labor no solo debe estar comprometida la asistencia, sino, ciertamente, la sociedad al completo. Por eso es tan relevante la tarea de prevención victimal:

  • Prevención victimal primaria: estrategias de sensibilización y toma de conciencia social, dirigidas a la población en general. Son vitales, pero su uso debe ser cauteloso para que no se genere alarma cívica.
  • Prevención victimal secundaria: dirigida a personas que portan factores de vulnerabilidad. La idea es intervenir con estas víctimas potenciales para reforzarlas, informarlas y facilitarles capacidades de afrontamiento específico. También esta tarea esmuy comprometida, porque su abuso puede llevar a que la persona se sienta reprochada, estigmatizada por característicasde riesgo que ella no controla.
  • Prevención victimal terciaria: alguien que ha sido victimizado puede ver incrementado el riesgo de volver a sufrir una victimización de la misma naturaleza. Muchos factores contribuyen a ello, pero destaca la explicación de la llamada victimización-potenciadora (Tseloni, Pease et al). Si las circunstancias se mantienen, el infractor tiene motivos adicionales para reincidir con la misma víctima cuyas carencias conoce y con la que su plan ya tuvo éxito. Las estrategias terciarias impiden la re-victimización, proporcionando ostensibles instrumentos de renovación personal y situacional, de modo que el victimario capte los cambios y desista de un nuevo intento.

 

Es mucho lo que queda por andar y lo que podemos aportar a las víctimas, pero mucho más es lo que ellas nos ofrecen: la profunda humanización, la recuperación del sentido social de una comunidad que, abismada en sus asuntos, como nos recordara Beristain, pasa de largo, como aquel fariseo en la victimológica parábola del Buen Samaritano.

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