La situación de trata no se limita a nuestras fronteras, ni finaliza, en muchas ocasiones, al salir de la situación de explotación; la coacción y las amenazas que sufren las mujeres víctimas de este delito y sus familias pueden continuar en el país de origen durante un largo periodo de tiempo. Por este motivo es fundamental el compromiso y la coordinación efectiva con los organismos e instituciones, así como con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de los países de origen para que se lleve a cabo un retorno voluntario, seguro y asistido.
Retorno frustrado
Volví a mi país por temor a que las personas que me trajeron le hicieran algo a mi niño y que se metieran con mi familia. Más que todo me llevó el temor, por eso me fui, por eso pedí que me deportaran, porque me daba miedo con mi niño. Había dinero de por medio y amenazas. Al irme de ese sitio y no localizarme, empezaron a preguntarles dónde estaba. Pero ellos tampoco sabían dónde estaba. No lo sabía ni yo.
Cuando llegué a España sentí una desilusión total, me quería morir, quería que la tierra se abriera y me tragara de una. Pensaba que venía al paraíso y llegué al infierno, y por eso decía: me voy, me voy. En la casa de acogida no tenía peligro y en Madrid tampoco porque estaba lejos de donde me tenía esa gente. Me sentí segura, pero necesitaba irme para que mi hijo también estuviera seguro.
Sabía que si me iba a Colombia podía que me mataran. Sabía que podía pasar eso, era consciente porque Colombia no es el paraíso y no todo lo arreglan hablando ni con un juicio, sino que la manera de arreglar las cosas es quitarla de en medio; entonces sabía que corría riesgos, pero sin embargo, dije, yo lo corro, me voy y que pase lo que tenga que pasar pero por lo menos que yo esté allá.
El Proyecto ESPERANZA me brindó protección. En Colombia me puso en contacto con Sandra Classen, que trabajaba en la Fundación Esperanza. Ella fue a mi casa y estuvimos hablando. Luego estuve con unos policías que me estuvieron ayudando a mirar a ver qué iba a pasar. Con la policía siempre me veía fuera de mi casa, a una hora de distancia. No me fiaba ni de ellos, porque hay mucha corrupción y a lo mejor ellos eran de los mismos. Era una mafia muy grande. En Colombia recibí una amenaza, pero se lo dije a un amiguito que tenía. Él fue el que prácticamente me quitó de encima a esa gente allá en Colombia. Él me veía siempre encerrada, muy nerviosa, tenía tanto miedo que mi abuela tenía que llevar al niño a la guardería. Dijo que tenía que ponerle una solución y fue a hablar con este señor, el español, y entonces le dejó las cosas claras.
Mi vida era una paranoia las 24 horas todos los días. Si salía a la puerta de mi casa y sentía que venía una moto pensaba que venían a por mí. Cuando iba a la guardería a por el niño siempre hacía que él fuera delante de mí por si me venían a hacer algo que no le pasara nada a él. Era una paranoia total. Me aislé tanto que no tengo amistades en mi país, ni del colegio. Me aislé mucho porque sentía como vergüenza, ellos sabían que me iba a venir y sabían mis proyectos en España y entonces pensaba: cuando me vean me van a preguntar y yo qué voy a decir si a nadie le interesa lo que ha pasado más que a mí.
Cuando llegué a mi casa les conté todo a mi familia pasados cuatro días, porque yo llegué como si hubiese pasado años fuera de mi casa. Llegué a refugiarme con mi hijo. Ellos no sabían que llegaba. Llegué de noche y todo el mundo dormía y cuando me vieron mi madre fue la única que me preguntó qué me había pasado, y yo le dije que no quería hablar, que solamente me quería
acostar. Así pasaron cuatro días para poder hablar. Pensaba que me podía haber muerto allá y nadie iba a saber nada más de mí, ni mi hijo ni nadie. Mientras estuve en Colombia no tenía trabajo, empecé como voluntaria en una asociación que se llamaba “Volver a nacer”, de niños especiales. Mi abuela me ayudaba económicamente con mi niño y con todo, pero yo sabía que no podía seguir así. Me vine a Colombia con dos chicas más y a una de ellas, después de un año aquí, la mataron. Ella estaba amenazada por la misma mafia que yo, pero ella no tuvo suerte. Entonces fue peor, ahí fue cuando dije: me tengo que volver a ir de aquí. Dejaron que todo se calmara y la mataron. Pensé que no me podía quedar porque si dejaron que durmiera el oso un año… Ahí fue cuando yo dije que me volvía. Me ayudó un familiar a comprar el billete para España. Nunca denuncié porque sé lo que hay en Colombia, me cogen y me mata esa gente. Si hubiera tenido a mi hijo aquí, empiezo a abrir la boca. Por unos papeles no me iba a arriesgar tanto.Colombiana
Toma de decisión A
Decidí quedarme en España por la amenaza que siento en mi país. Mis hijas están en Brasil. Quería yo estar con mis hijas ahora y todo. Fue un momento muy difícil quedarme aquí. ¿Quién no quiere estar al lado de sus hijos, de su familia? Porque yo prácticamente no tengo de nadie aquí, estoy sola. Mis hijas me necesitan allá. Están siendo amenazadas y todo. Si vuelvo, no sé qué va a pasar porque con las amenazas que ellas siempre me dicen, en España no te pasa nada porque tú estás seguro pero en Brasil no, en Brasil todo pasa conmigo, entonces ¿qué hago yo? ¿espero? espero a ver qué va a pasar y a ver si puedo estar con mis hijas.
En el país de origen B
Mis hijas también han tenido miedo, han sentido inseguridad porque no sé, yo creo que fui muy flaca. No he sido fuerte en el momento para hablar con ellas. Ellas siempre me preguntaban: mamá tú tienes una voz triste, por qué. No puedo contarles nada, entonces siempre decía que estaba echando de menos, que quería estar con ellas porque hace mucho tiempo que estoy lejos. Pero ellas siempre han sentido miedo. Me decían: mamá tengo miedo de no verla más. De las personas de allí también tenían miedo. Me decían: tengo miedo que pase algo con nosotras aquí. Siempre con mi madre fui más fuerte, porque mi madre está mayor; entonces no quería dar un disgusto a mi madre, intenté ser fuerte con ella. Creo yo, no sé, porque corazón de madre no se engaña, pero siempre intenté mantenerme fuerte, que estaba bien, que luego iba a volver… ella siempre creyó que yo estaba bien. No quiero dar un disgusto a mi madre.
¿Qué está pasando? C
Nunca conté a mi madre y a mis hijas lo que está pasando. Bueno, saben la amenaza, pero yo les digo que yo no le debo dinero a esa gente. Y me dicen mis hijas: mamá ¿por qué tú no pagas a esa gente y vuelves a casa? Pero no saben qué pasa. La verdad, la verdad ellas no saben por qué esa gente me amenaza tanto. La verdad es que no, no tengo valor para decir la verdad. Yo creo que sería más difícil ocultar si vuelvo allá. Porque esto es, si vuelvo ahora por ejemplo y me siguen amenazando, ya mi mamá diría: pero por qué, por qué está pasando eso, y yo tendría que contar algo pero creo que no tendría valor para contar la verdad. Decirle a mi mamá: no es que yo fui a trabajar de eso… y a mis hijas tampoco.
Efectos en el tiempo d
Hace un año y medio que estoy libre pero allá sigue igual. Tanto que hace un mes o dos, no me acuerdo, saqué a mis hijas de la ciudad. Sigue igual porque la gente siempre está buscando. Aquí me buscaron mucho. Y allá sigue igual. Entonces ahora no me planteo volver. Ahora no es un buen momento porque yo estoy segura que si vuelvo a Brasil algo malo me pasa entonces. Ahora mis hijas están con una tía de su papá porque ellas con su papá no pueden estar, porque su papá vive en la ciudad donde están siendo amenazadas y entonces allí ellas no pueden estar. Yo las saqué de allí a otra ciudad y así estoy si decido qué hacer: si las traigo a ellas o si me vuelvo allá más adelante, porque ahora no. No es posible por la inseguridad que yo tengo allá. Porque la verdad, la verdad es que la policía de Brasil no te protege. Si tú tienes dinero sí te sientes protegido, pero si no tienes dinero no estás protegido. Tal vez, creo que, en un futuro volver a Brasil, pero no a la misma ciudad, a otra ciudad. Donde esté ya tranquila y pueda estar con mis hijas, y segura.
Brasileña
No hay comentarios
Comentarios para Dudas, miedos y expectativas frente al retorno are now closed.