Uno de los objetivos más importantes de un proyecto que trabaja con mujeres es medir el impacto que su práctica pedagógica tiene en la autonomía de las usuarias. Los indicadores que orientan los niveles de autonomía son de naturaleza muy diferente, y escuchar a las propias mujeres nos da claves de intervención imprescindibles para favorecer su consecución. Atender a su individualidad, reconocerla como protagonista de su vida, respetar sus decisiones son actitudes que fortalecen la autoestima de las mujeres y sientan las bases para alcanzar formas de autonomía más objetivas.
Camino hacia la autonomía
"Yo cuando vine aquí, la verdad hacía lo que los demás querían. En la casa, sentí que me dieron la opción a decidir, sobre lo que fuera. Y la verdad me gustó mucho. Bueno, cuando te han machacado mucho, eso es importante”
Mujer atendida.
Está muy presente en los equipos profesionales una práctica pedagógica orientada a la autonomía de las mujeres. Y algunos de los indicadores más evidentes tienen que ver con el acceso al mercado del trabajo; sin embargo la evaluación de impacto ofrece datos poco alentadores, ya que la inserción con mujeres migrantes en situación irregular es cada vez más difícil y se reduce a unos pocos sectores de la economía sumergida. La actual coyuntura de crisis no alienta mejores perspectivas de autonomía económica. Sin embargo, ¿es el trabajo el indicador más importante de autonomía para las mujeres víctimas de la trata?, ¿cuándo podemos decir que es autónoma una mujer que ha sido víctima de trata? Las mujeres han reconocido otros aspectos, como la toma de conciencia, la gestión de las emociones, una mejor concepción de sí mismas o la autoregulación como indicadores de autonomía. La autonomía implica poner en valor las potencialidades y los aprendizajes de las mujeres. Es un proceso gradual que supone aceptar y confiar en sus decisiones, aunque no siempre se compartan.
El paso por los proyectos: un tránsito hacia lo mejor de sí mismas
“A mí el Proyecto me ha servido para ser más fuerte, para luchar por lo que quiero y no tener miedo a nada”
Mujer atendida
“A día de hoy, si me pongo a pensar cómo era antes… no estaría aquí. Han sacado todo lo bueno que yo tenía. Bueno, la verdad es que los demás me lo habían ido metiendo para adentro”
Mujer atendida
Las voces y vivencias de las mujeres atendidas hablan de una experiencia importante en sus tránsitos migratorios, pero especialmente relevante en su propia historia personal. El paso por el Proyecto les ha permitido desarrollar, explorar y reconocer aspectos personales que les han conducido a mayores cotas de autonomía. Las mujeres atendidas han reconocido dos tipos de competencias que han fortalecido su tránsito por el proyecto (Nussbaum, 2012). Por un lado, aquellos aspectos que tienen que ver con la vida cotidiana, la gestión del tiempo y el acceso a la red de servicios públicos. Por otro lado, competencias más integrales, como una mayor autonomía, seguridad o independencia. En ese sentido merece la pena destacar una idea que se ha repetido en los grupos de trabajo, “ser capaz de luchar por mis sueños”, que implica una mirada de reconocimiento fundamental en la propia biografía. No se trata solo de ser consciente de sí misma, sino de afrontar nuevos retos con esperanza.
Pedagogía de la acogida y el reconocimiento
“Estoy muy contenta de haberme superado a mí misma… y estoy orgullosa también de mi. No sé, es como cuando tú te dices algo, vas a por eso y lo logras”
Mujer atendida.
La experiencia con mujeres víctimas de trata y los años de trabajo hablan de un modelo pedagógico específico en el Proyecto Esperanza y Sicar cat. Una pedagogía de la acogida y del cuidado. Las personas que forman los equipos comprenden que la realidad de cada mujer, aún viviendo situaciones de explotación similares, es irrepetible y requiere un proceso único de acompañamiento. Las mujeres entrevistadas también lo han expresado: se han sentido acogidas, escuchadas y respetadas en diferentes momentos del proyecto. Los equipos han explicitado dicha aproximación como una forma de intervenir que pone a la mujer en el centro, que está atenta a los estados emocionales de las protagonistas y que cuida los detalles de la vida cotidiana. Un modelo que permite a las mujeres la oportunidad de un encuentro con su propia historia, que entiende y respeta los momentos y circunstancias de cada mujer, y que invita a la posibilidad de iniciar un recorrido autobiográfico de reconocimiento (Ricoeur, 2005).
Una pedagogía que se concreta en lo pequeño, en el entramado de relaciones que mujeres y educadoras tejen a su alrededor. Los encuentros cara a cara entre una educadora que tiene una responsabilidad pedagógica y una mujer que inicia un proceso de acompañamiento constituyen una práctica mínima de la educación social: el átomo de la intervención que da tonalidad y consistencia a la arquitectura pedagógica en un proyecto (Gijón, 2012). Escuchar una inquietud, realizar un elogio o fomentar espacios de diálogo donde someter a la crítica ideas preestablecidas y prejuicios son solo algunos ejemplos. Una pedagogía que se aleja de la idea de colectivos y perfiles para centrarse en la dimensión microscópica de la pedagogía, en la relación cara a cara con las personas, con sus historias y con sus sueños.
La acogida y el cuidado son en Esperanza y Sicar cat la base sobre la que se sostiene una atención orientada al reconocimiento. Reconocer a las mujeres protagonistas de la intervención, no solo como sujetos con falta de acceso a derechos, sino conociéndolas y reconociéndolas como mujeres con historias singulares, con capacidades únicas y con sueños y deseos por cumplir. Son aspectos que los equipos han expresado en palabras como reconocer fortalezas, capacidades, competencias y logros de las personas atendidas. Ni dotar ni salvar, las educadoras median y acompañan a personas que están en tránsito en sus propias vidas. Un esfuerzo consciente en conocer la situación y la realidad de la persona atendida, pero sobre todo una tarea orientada a la autoestima y al fortalecimiento de la idea de una misma. Una pedagogía del reconocimiento es también una pedagogía de la esperanza, que celebra los logros y los retos de las mujeres.
Mónica Gijón
Investigadora y consultora externa en pedagogía y educación social.
Universidad de Barcelona
Revisión editorial: Maite Barrera
Bibliografía
GIJÓN, M. SEGUÍ, V. (2012) Aproximación a una pedagogía de la acogida y el reconocimiento. Madrid, Proyecto Esperanza y Proyecto Sicar cat.
GIJÓN, M., “Mujeres e inclusiones: micropedagogías y educación en valores” en GOIOCOECHEA, M., y CLAVO, J., (2012) Mujeres que miran a mujeres: la comunidad pakistaní. La Rioja, Universidad de La Rioja.
NUSSBAUM, M. (2012) Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano. Barcelona, Paidós.
RICOEUR, P. (2005) Caminos del reconocimiento. Madrid, Trotta.
PUIG, J. (coord.) (2012) Cultura moral. Barcelona, Graó.
VAN MANEN, M. (1998) El tacto en la enseñanza. El significado de la sensibilidad pedagógica. Barcelona, Paidós.
VAN MANEN, M. (2004) El tono en la enseñanza. Barcelona, Paidós.
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