En este monográfico queremos reflexionar acerca de cómo desarrollamos nuestro trabajo aquellos y aquellas agentes o actores que intervenimos, de una u otra manera, con personas que han sufrido la trata con fines de explotación, con el propósito de hacer un ejercicio de introspección que nos permita cuestionar de forma constructiva y mejorar nuestra intervención.
Con este objetivo queremos enfatizar en el compromiso que debemos asumir todos los/las agentes que intervenimos con las mujeres víctimas de trata para, en primer lugar,identificarlas como tal, reconociendo lo que este status implica ofreciendo y atendiendo sus necesidades específicas, al mismo tiempo que deconstruimos aquellos prejuicios que, lejos de repudiar el delito y a su autor, y de proteger a la víctima, la culpabilizan y perpetúan en su dolor, propiciando otras formas de victimización que impiden una recuperación real y efectiva.
En este sentido afirmamos que la justicia con las víctimas interpela a todas las instituciones que intervenimos o tomamos contacto con las mujeres: la atención médica y psicológica, el acompañamiento socioeducativo, el sistema jurídico-penal…, y trasciende el cumplimiento de los protocolos, procedimientos de intervención y/o aplicación de las leyes, implicando un
cuestionamiento de nuestro propio trabajo y nuestra ética frente a quien ha sufrido el delito,tomando consciencia de que las declaraciones repetidas, los juicios tardíos, el cuestionamiento de la forma de vida de la víctima, la puesta en duda de su testimonio…suponen un maltrato institucional que puede incrementar el daño psicológico o prolongar las secuelas que se pueden haber producido por la experiencia vivida.
La justicia que reivindicamos habla también de la libertad de la mujer para vivir su experiencia traumática, sin que tenga que responder a lo que, fundamentado en prejuicios, pensamos que debe sentir, expresar o incluso ser una víctima, como si se tratara de un único ente homogéneo.
Esta otra mirada reconoce la individualidad de la mujer y sus derechos; permite descubrir sus potencialidades, capacidades y posibilidades de emprender un futuro en igualdad de condiciones.
Esta justicia trae consigo una mirada crítica y autocrítica que permite aventurarnos al abismo de nuestras inseguridades, interpela el orden y la seguridad de nuestras sociedades desarrolladas, supone admitir también la evolución de la esclavitud.
Solo siendo conscientes de esto es posible lograr que las mujeres que han sufrido la trata dejen de ser víctimas y puedan retomar las riendas de su vida, alcanzando una desvictimización beneficiosa para ellas y para la sociedad.
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